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Juan Ramon y Zenobia

Una hermosa historia de amor para leer en San Valentín

Os traigo HOY y PARA ESTE TIEMPO en el que el corazón y el alma se ponen «MIMOSOS y BLANDITOS» una historia que siempre me ha llamado la atención , la deZenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménes, DOS PERSONAS MUY DISTINTAS unidas por un INMENSO AMOR que les llevó a renunciar a ser ellos mismos, por ser SOLO ELLOS.

Zenobia no fue la sombra luminosa de Juan Ramón,
Zenobia Camprubí fue su luz.

Os dejo con algunas reflexiones que se han escrito sobre esta mujer y acabo colgando en el blog dos cartas que se dirigieron estos AMIGOS ENAMORADOS.
Para muchos, Zenobia es el caso más representativo de estas mujeres voluntariamente en la sombra. Fue una mujer inteligente y culta, pero sobre todo alegre y fuerte, » la salvadora» del poeta depresivo, perdido y evadido.
Zenobia transformó en muchos sentidos la vida de Juan Ramón Jiménez. La influencia del pensamiento de esta admirable mujer, a la vez de poderosa personalidad y frágil, fue determinante en la vida y visión del poeta. Con un sentido práctico y contrapuesto al sentido ideal de la vida de Juan Ramón.
Juan Ramón renunció a muchas «cosas» de su vida y de su poesía para aproximarse al ideal de la mujer a la que amaba.

Desde el principio de su matrimonio, Zenobia fue una mujer sencilla, ocupada en las tareas del hogar y muy atenta a todas las actividades culturales de su tiempo: música, teatro, pintura, ballet,… todo era del interés de Zenobia. Fue administradora, secretaria, enfermera, relaciones públicas, ama de casa.

Fue la artesana del diseño de la vida del poeta.
Sin ella no hubiera organizado su vida y el poeta no hubiera salido de alguna de sus terribles crisis depresivas.

(Como ella señaló «en esta empresa nuestra» ,se refería a su matrimonio, YO SIEMPRE HE SIDO SANCHO.
ESTE MUNDO NO SE ORGANIZA SIN UN AMOR COMPARTIDO).

OS DEJO UNOS FRAGMENTOS DE dos cartas suyas de AMOR…leed, sonreíd y emocionaos .

Carta de Zenobia Camprubí en la que reprocha a Juan Ramón Jiménez su temperamento melancólico
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Domingo noche, verano de 1913
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Querido amigo Juan Ramón:
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Como me esté un momento más callada estallo, y como no tengo ganas de estallar, aquí va esto, que usted llamará carta, pero que yo llamo un rompimiento colosal del dique de mi paciencia y un desbordamiento igualmente colosal de mi ira, indignación, furor, etc. (etcetetorum) (yo me he de reír hasta cuando rabio). ¿Por qué está usted siempre con esa cara de alma en pena? ¡Es usted un egoísta de primera! ¡Caramba! No le da la gana de ver más que lástimas en el mundo. Hasta yo me pongo triste… con que ¡ usted! Si a usted lo que le pasa es que necesita salirse de la dichosa rutina cariacontecida de su interior. Yo le voy a curar a usted de raíz, pero de raíz. Sálgase de una vez de su cuarto tenebroso (que para usted un cuarto es tenebroso, aunque tenga seis ventanas y un arco voltaico) y váyase al Escorial, a Moguer y después a la Residencia –pero ¡por Dios salga enseguida! Y cuando vuelva a Madrid después de haber respirado un poco el aire de campo, yo me encargo de que no le vuelva a dar tristeza. No le voy a dejar parar. ¿Para qué le sirven a usted sus benditos versos? Si fuera verdad que encima de un asno le floreciera el corazón… pase… pero si a usted no le florece el corazón nunca. Si fuera usted un almendro, un peral o siquiera un magnolio… pero si es usted un ciprés, más parado y sombrío que los del Generalife. Déjese de tristezas una temporada y véngase a jugar con todas mis amigas andaluzas y conmigo. Ya sé que se enfada porque le digo que quiero que se enamore de una de mis amigas, lo desdigo. No se enamore usted de ninguna, pero deje que le sacudamos un poco esa tristeza. Sus amigos todos deben ser todos una serie de lechuzas o no se lo hubieran tolerado a usted. Yo si yo fuera su hermana… cuando viniera a casa, cogía todos los cojines de la sala y lo bombardeaba hasta hacerlo reír.

Anoche no pude terminar mi carta y hoy la concluyo en casa de Josefina. Nos vamos a comprar un par de castañuelas para mandárselas a usted. Acabo también de recibir su carta: «Frater Luna, si en esto estamos desde que lo conocí». Usted se parece tanto a mi hermano mayor que muchas veces no sé cuál es cuál. Y ¿quién le ha dicho a usted que yo me voy a casar con nadie, pájaro de mal agüero? ¡En eso estoy yo pensando! ¡Y aquí en España! ¡Enseguida! . No se vaya usted con Ortega y Gasset, váyase con cualquiera que no sea otro sauce como usted. Póngase a escribir seguidillas, vístase de torero y plántese en la calle de las Sierpes a echarle piropos a todas las inglesas feas que desfilen por allí.
¡Alegrémonos de haber nacido! Zenobia «Frater Sol.» .

Juan Ramón reprocha a Zenobia Camprubí – en respuesta a su anterior carta- el bajo nivel intelectual de sus amigas.

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Lunes noche, verano de 1913
Zenobita:
… Muy alegre estabas hoy cuando me escribiste tu carta. Te lo agradecí con toda mi alma, pero cuando la terminé me eché a llorar. No es una carta tierna ni dulce. De haberlo sido, me habría puesto más alegre. No, Zenobita, no es que yo sea fúnebre siempre.
No soy un maestro de escuela, pero tú sabes bien que el espíritu es una realidad, que existe, que puede ser mucho y que está esperando serlo. Recuerda las palabras de Leonardo da Vinci: «Como un día bien empleado da alegría al dormir, una vida bien usada da alegría al morir». Tú eres mucho y tienes la obligación de serlo. ¿Qué satisfacción puedes hallar hablando con personas cuyo espíritu anda tan lejos del tuyo? Y si llevaras a esas amigas tuyas a un estado superior, todo estaría bien; pero estar con ellas , por «pasar el rato», amoldando un alma como la que tienes a las suyas, es sencillamente una bajeza. ¡Perdóname! ¡Te quiero tanto que querría que tu luz lo inflamara todo y que a ti nada te oscureciese!.
«Póngase a escribir seguidillas, vístase de torero y plántese en la calle de las Sierpes a echarles piropos a todas las inglesas feas que desfilen por allí.» «Alegrémonos de haber nacido!»
Aun cuando todo esto sea una broma, aunque lo hayas escrito con la mejor de las intenciones, Zenobita, en serio te digo: ¿no te ha dolido nada al escribirlo? ¿Cómo puedes olvidarte así de ti misma? ¿O crees que eso puede ponerme más contento? De todos modos, no me dejes sin ti misma. Te necesito como seas, como quieras ser, y yo seré lo que tú quieras, sólo porque seas feliz. Si ahora mismo me dijeran que con mi muerte se conseguiría tu felicidad, la muerte me parecería tan dulce como tú misma. Y, antes de concluir: puesto que hemos convenido en ser hermanos, no te alejes así de mí. Te prometo no decirte nada más que cosas fraternales. Pero ¿por qué, si verte es mi alegría, no he de verte? ¿Por qué dejar pasar con los días este encanto ¡que no vuelve! de las palabras buenas, de las miradas cariñosas, de las sonrisas deleitables? Ve a la Residencia, que nada haré que esté mal. ¡Y escribe a este hermano tuyo que solo desea tu verdadera dicha!

………………………………………………………………………………………J. R.

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